El día que pillé a Dios haciendo autoestop

¡Hola!

El sábado noche, después de Sant Joan, cogí el coche y fui a visitar Lleida, una ciudad en el interior de de Catalunya. La siesta se me alargó más de lo que hubiese querido, por lo que no pude salir pronto. Pero ya se sabe, después de la verbena… De hecho, la verbena del solsticio la celebré en la playa, así que pensé que ahora tocaba interior.

Sin embargo, algo sucedió: algo imprevisto me sorprendió cuando paré a repostar en una gasolinera en las afueras de Sabadell. Un señor hacía autoestop, con un cartel en la mano que ponía: ‘¿Me llevas a algún lugar?’ Si el texto era inquietante, aún más me lo pareció el personaje. De tanto que me sonaba su rostro que al final lo reconocí: ¡¡¡Era Dios!!!

Se ve que había decidido pasar el fin de semana fuera, y claro, con que no tiene dinero, pues se lanzó a la aventura.

Por supuesto, se vino conmigo y me lo llevé de nuevo hasta Lleida, un lugar que se levanta sobre una colina en medio de extensas llanuras. A Dios le gustó el campanario de la ‘Seu Vella’… ¿A quién no?

Después de pasear por el paradisíaco ‘Parc de la Mitjana’,fuimos de concierto cerca del mítico ‘River’ y finalmente acabamos visitando la noche desde lo más alto de la ciudad: un local de copas al aire libre justo en la mismísima ‘Seu’. Recuerdo que había una vista poco menos que espectacular. Vimos allí sentados la nocturna ciudad despierta, llena de luces y música, así como alguna que otra estrella fugaz.

Dios estaba contento y tranquilo tomándose un gin-tonic.

Y en medio de tanta noche de verano, me dijo:

– Me sorprende, Santi, que los humanos, hayáis desarrollado tanto el concepto del ‘doble discurso’.

– ¿Qué es eso? – Le pregunté yo.

– Es algo francamente perverso. Es justamente lo que dice una persona para justificar aquello que hace. Por ejemplo: estos días hablé con Selegna. Ya sabes, aquella mujer que conocimos en Plaza de Catalunya. Ella, dedica su vida a hablar de solidaridad, a la vez que dedica su vida a practicar la insolidaridad de la forma más cruel. Sin embargo, cuando ella habla de ella misma, puede autoconvencerse de que no es tan terrible lo que hace, y hasta puede convencer a sus familiares, amigos y conocidos, de que es una persona solidaria. Sin embargo solo es un discurso que sirve para pasar desapercibida en su afán voraz por ascender y conseguir más poder…

– Es horroroso lo que me cuentas, Dios.

– Sí, lo es… y la lástima es que estáis demasiado a acostumbrados a practicarlo. Selegna está envejeciendo a pasos agigantados, se está muriendo por dentro y ya casi no le quedan relaciones… Solo le queda una bonita sonrisa de vez en cuando, y demasiada amargura amagada y oculta con su ‘doble discurso’.

– ¿Se puede hacer algo para ayudarla, Dios?

– Sí… pero de momento, tómate otro zumo de pera, que yo me voy pidiendo otro gin-tonic.

A veces me pregunto, ¿cómo puede morir uno antes de tiempo? La respuesta es fácil. Sigue los pasos de Selegna. Ella ya ha comenzado a desaparecer como ser humano para convertirse en otra cosa llamada ‘voracidad argumentada’…

Santi

1 comentario en “El día que pillé a Dios haciendo autoestop”

  1. solsonaaloma says: -#1

    Tu tienes algo de Dios….. tal vez el humor

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