La ciudad espejo

Hola!

Espero que estos días os hayan sentado bien.

Esta tarde, he ido a visitar a uno de mis más queridos amigos. Creo que durante estos años, en alguna ocasión os he hablado de él: se llama Lluís.

Él es de aquellas personas que nunca dejan indiferente a nadie. Sabe acercarse a las personas de una forma amorosa, sencilla y humilde. Los que le conocen en su día a día, le llaman el “hombre blanco”, pues dicen que su interior es blanco como la luz y brillante como el sol. Lluís es una de mis más secretas recetas para vivir con la paz metida en el alma. Si algún día lo veis… no le dejéis escapar, su compañía calma, cura y despierta.

Justo ayer, como os decía, nos perdimos caminando por un camino precioso en las afueras de Vic. En nuestro paseo, me contó esta historia que sigue. Os la presto… de parte de Lluís.

“Había una vez un viajero, seguramente un buscador. Pues según Lluís, hay personas que se dedican a buscar, y otras que son “encontradores” (él los llama “trobadores”). Pero esto os lo cuento otro día.

Como os decía, un viajero buscador, después de muchos días de camino, llegó hasta las afueras de una inmensa ciudad. Al pie de la muralla, se abría una puerta enorme, por la que pasaban centenares de mercaderes y otros viajeros. Seguramente, todos ellos ansiaban encontrar allí sus anhelos, saciar sus hambres y conseguir sus expectativas. Nuestro protagonista, apresuró el paso, pues él también quería llegar a su destino; y justo antes de atravesar la puerta, se detuvo ante un niño que allí jugaba y le preguntó:

– Niño! ¿Qué clase de ciudad es esta? ¿Es un lugar agradable? ¿Hay oportunidades para un hombre como yo? – Le preguntó al chiquillo, que se apresuró a levantarse del suelo en el que jugaba.

– ¡Señor! Le veo muy cansado. – Le respondió. – Dígame una cosa antes de que le responda. ¿Cómo es el lugar de donde viene? Dígame: ¿Cómo es el la ciudad donde comenzó su camino hasta aquí?

El hombre, extrañado por la pregunta, le respondió:

– Vengo de un lugar donde el dolor es insufrible, donde la tristeza es lo habitual. Mi ciudad es gris, no hay lugar para los pobres, solo hay sitio para los que tienen “posibles”. Estaba harto y me fui buscando algo mejor.

– Pues no pierda el tiempo, señor. – Le dijo el niño. – Esta ciudad es muy parecida a la suya. Aquí reina la tristeza y no hay trato mejor para el que no tiene.

De esta manera, el viajero, decidió no entrar en aquella ciudad, dio media vuelta y la bordeó, en busca de un lugar mejor.

Una hora más tarde, llegó ante el niño otro viajero, también exhausto, y le dijo:

– Niño, vengo de lejos, estoy cansado. Dime: ¿Cómo es la ciudad que hay detrás de esa puerta? ¿Es un lugar acogedor?

A lo que el niño respondió:

– Dígame una cosa antes de que le responda. ¿Cómo es el lugar de donde viene? – A lo que el viajero le respondió:

– ¡Ah! Mi ciudad es un lugar maravilloso, donde he dejado buenos amigos. No siempre fue fácil la vida allí, pero nos pudimos perdonar. Tenemos un pasado difícil, pero el perdón pudo con mi pueblo, y hoy es un lugar acogedor, donde las gentes son maravillosas. Marché de allí para aprender cosas nuevas.

– ¡Ha tenido usted suerte, señor! – Le dijo el niño. – Justamente esta ciudad que hay detrás de la muralla es muy parecida a la suya. Aquí la gente es humilde, todos se cuidan de todos, pues es el principal valor. Aquí tendrá usted oportunidades y podrá ser querido y acompañado».

Nadie puede encontrar algo mejor de lo que ya tiene, si en su mente lleva a cuestas su pasado.

Nadie puede esperar una vida mejor, si no se reconcilia con su anterior vida. Sus ojos, no serán capaces de percibir otra cosa, que el dolor que lleva dentro.

Dicen que no hay futuro sin perdón.

Gracias, Lluís. Seres humanos como tú, hacen que muchos continuemos creyendo más en las personas que en el poder y el dinero. Gracias por prestarme tantos momentos de vida.

Un abrazo!

Santi

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