El níspero, el arrozal y la consciencia… otra noche en vela con un macarrilla

¡Hola!

Esta semana pasada volvía de ‘Les Terres de l’Ebre’. Ese lugar maravilloso, donde el mar y el cielo se confunden con la tierra, y uno no sabe si está en uno o en otro lugar. Hacía un tarde preciosa. El sol aún saludaba los arrozales en su despedida diaria. ¿Quién dijo que las despedidas no tenían color?

No pude evitar salir del coche y pasear a orillas de aquellos campos que se besan con el mar, alejándome cada vez más de mi origen…

Y de pronto descubrí un enorme árbol en medio del plano paisaje: era nada más y nada menos que un inmenso níspero. ¡Era tan precioso! Tan bello y solitario en medio de aquel paisaje de peinados campos de arroz por un sol que lo delicaba… Me acerqué y comí un hermoso níspero que se me dehizo en la boca fresco  y dulce. Cuánta exhuberante vida en mi boca… Y sin poder evitarlo, el sol de media tarde me durmió bajo la sombra de aquel generoso árbol.

De pronto desperté. Ya había anochecido y el coche estaba lejos. Debía atravesar unos centenares de metros entre caminos, arrozales y oscuridad, hasta llegar al coche. Suerte de la luna, que siempre da una mano.

Caminando a tientas entre los canales, un ruído extraño sonó en el agua…
Y de pronto, un tipo con gafas de sol y pinta de macarrilla se acercó en una barca con un farolillo encendido. Un gin-tonic cogido de forma chulesca le delataba… era él otra vez.

– ¿Qué tal, Santi? ¿Qué te trae por este paraíso del Ebro a estas horas?

Yo ya me veía otra vez llevándolo de vuelta a Barcelona y encima invitándolo a cenar… Éste, desde que ha descubierto esto de ser humano, que se ha convertido en un gorrón, pensé para mí.

– ¡Te he oído, coach! – ¡Ostras! ¡No recordaba que Dios lee el pensamiento! – Pero tranquilo, – continuó él. – Me voy a quedar unos días por aquí. Aquí se está demasiado bien…

– No pasa nada, ya me iba, solo estaba descansando… – Le respondí.

– ¿Y ya has dado las gracias por descansar? – Me dijo él.

Ya imaginaba que algo quería enseñarme.

– Venga, sube al bote que te llevaré hasta tu coche.

Y así me vi, navegando en plena noche, en una barca con Dios y su cubata, por el Delta del Ebro.

De pronto, y como no podía ser de otra manera, algo sucedió: en medio de la más cerrada noche, nos encontramos a un antiguo señor, tras una antigua barraca. Tenía no menos de noventa años, el cual, cada noche desde hacía años iba a plantar, nada más y nada menos que ¡nísperos!

Es curioso ver como un hombre tan mayor plantaba un árbol que tardará no menos de ocho o nueve años en dar frutos. Aunque él me ignoró… no pude resistirme preguntarle:

– ¡Buen hombre! ¿Qué hace usted plantando un níspero en medio de un arrozal y a estas horas? – ¿Usted vivirá los años suficientes como para poder recoger los frutos y disfrutarlos?

– Ja, ja, ja – Sonrió el hombre sin ni siquiera mirarme, a la vez que me respondía. – Creo que no, joven. No creo que viva mucho más de lo que ya he vivido, ¡soy viejo! Pero ¿sabe una cosa? Llevo toda la vida comiendo nísperos que yo no he plantado: ¡Ya estaban aquí! Los plantaron personas que vivieron mucho antes que yo, y que tuvieron la generosidad de hacerlo para que otros, como yo, pudiésemos disfrutarlos en el futuro. Ahora, lo único que hago es devolver su generosidad, traspasándola a los que vendrán. Es una cuestión de gratitud, joven. No quiero estar en deuda con la humanidad: al contrario. Quiero que nuestra cadena, nuestra humana cadena continúe. Es un simple hecho de justicia y de corresponsabilidad. Yo soy y pertenezco a la humanidad, no es al revés.

Yo flipaba mientras él continuaba cabando la tierra sin mirarme.

– No quiero pensar que los nísperos que comí de joven eran míos. Los nísperos no eran ni son míos. Alguien los preparó para mí, y mi responsabilidad es entender que nada me pertenece en este mundo, todo es un préstamo generoso que he de continuar dando a quien me precede.

– ¿Y lo de la noche? ¿Porqué viene a plantarlos de noche?

– Porque las buenas obras se hacen en la intimidad. Para que cuando amanezca, alguien como tú pueda encontrarse un níspero en medio de un arrozal, se pueda admirar por su belleza, pueda descansar bajo su sombra y pueda nutrirse con sus frutos.

Y sin pensarlo, salí del bote y me puse a plantar nísperos con él

Santi.

off topic

  • Creemos que nosotros tenemos el mundo… y quizá somos nosotros los que pertenecemos y formamos parte de él.
  • Todos dejamos un legado en las personas que nos rodean. Todos dejamos una huella en el otro. Las personas nos traspasan y forman parte de nuestro particular universo y nosotros del de ellas.
  • Solo en un mundo sostenible hay espacio para el futuro. Solo un mundo conectado conscientmente puede ser sostenible.
  • ¿Cuantas veces plantamos en la vida? ¿Cuantas veces plantamos a lo largo del día?
  • Si echas a alguien, si le marginas, no plantas nada: Eres persona estéril, como estéril será tu vida.
  • Si acoges, si amas, estarás plantando: Serás persona fértil, como fértil será tu vida.
  • El día que salté de la barca…

¡Plantemos!

1 comentario en “El níspero, el arrozal y la consciencia… otra noche en vela con un macarrilla”

  1. Hola Santi! i hola a tots els que seguiu els posts del Santi.
    Jo no sé vosaltres, però a mi em passa que cada vegada que en llegeixo un, sento que la seva força treu tot lo bo que hi ha dins meu i això em fa feliç.
    Si ho compartim amb la gent que tenim al nostre costat. Els farem feliços. Compartim-ho. Que us sembla?
    GRàcies Santi

    Solsona.

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