Despertar en París [Aventuras bajo una farola en la ciudad de la luz]
¡Hola!
Fueron tres días de alegría completa. París nos dejó su escenario para pasear nuestro amor por sus calles. ¡Qué bueno que es París! Cada mañana era un precioso amanecer entre sus rubios cabellos, alegres risas esparcidas por las calles y aventuras improvisadas sin parar.
Y precisamente, una de las cosas que con ella aprendí fue a “despertar”.
Descubrí que despertar por las mañanas no es solamente abrir los ojos, ducharme y desayunar… Despertar es algo muy distinto.
Hay muchas personas que vuelven del sueño, pero no despiertan en todo el día: son durmientes andantes.
Hay personas que van a trabajar cada mañana y toman decisiones importantes, pero siguen sumidas en su más profundo dormir.
Aquellos días aprendí a despertar cada mañana dejándome llevar por la música. Sí, la música que ella ponía cada amanecer.
¿Alguien ha bailado suavemente alguna vez dentro de las sábanas? Os lo recomiendo.
¿Alguien abraza cada mañana a su amor aliñado por la melodía de una música? (…)
Ella, me enseñó que despertar era otra cosa mucho más importante que un simple abrir de ojos o que un correcto “buenos días”. Despertar, me dijo, es “saber que no somos eternos», que lo que nos estaba pasando era un milagro y que nuestro compromiso era hacer que ese milagro nos despertase una vez más.
Y me decía: “O conectamos con la vida en este preciso instante y me amas como si fuese hoy nuestro último día, o seguiremos durmiendo como cada día…
Y me decía: “ Las historias compartidas son las que nos convierten, no en seres vivos, sino en seres vitales”.
Y así explicábamos cuentos e historias cada noche, las nuestras, de las que ya éramos protagonistas. Y me decía que a través de los cuentos e historias la vida se abre camino. Historias compartidas, me contaba. Os explico el primer cuento que me susurró:
“Había una vez que a las puertas de cielo llegaron cinco bellas viajeras.
El centinela alzó la voz y les preguntó:
– ¿Quién sois?
– Yo soy la Juventud. – Dijo la primera.
– Yo la Inteligencia. – Añadió la segunda.
– Yo soy la Comprensión. – Susurró la tercera.
– Yo soy Religión. – Rezó la cuarta.
– Y yo, soy la Sabiduría. – Asintió la última.
– ¡No me lo creo! – Dijo el centinela. – ¡Tendréis que demostrárlo! – Setenció.
Entonces, la Juventud sonrió y danzó, la Inteligencia analizó y opinó, la Comprensión se recogió y escuchó; la Religión rezó, y la Sabiduría… la sabiduría contó un cuento».
Comienza el año, y con él, nosotros, justo después del despertador, podemos abrir los ojos dormidos o abrir los ojos despiertos y despertar el alma, el corazón, y crear juntos una historia increíble: nuestra historia.
¡Bienvenido 2012!
¡Un abrazo fuerte!
Santi
2 comentarios en “Despertar en París [Aventuras bajo una farola en la ciudad de la luz]”
Feliz Año!! Santi,
Muy bonito, y como siempre tus pequeños relatos tocan el alma.
Que suerte que la ciudad de la luz esta donde tu quieras que este.
un abrazo.
Precioso!!!!!