¿Quien eres tú? ¿Zanahoria, Huevo o Café?

Hemos confundido el «tener criterio» con la «queja sistemática». Ante los problemas hay personas que, se enfadan, se auto-anulan, agreden y se transforman en “seres humanos venidos a menos”.

Recuerdo que en un aula de secundaria, ya hace unos diez años, cuando aún no me dedicaba a lo que me dedicaría más tarde, un alumno no dejaba de quejarse de su situación. Todo era negativo para él. Nada estaba a su gusto. Siempre había una excusa para no hacer algo.

Eran las tres y media de la tarde, hacía mucho calor en clase y yo no estaba ni con la paciencia ni con la energía de ponerme a explicarle las bondades que tenía el hacer las cosas bien; y la verdad, tampoco tenía motivación para ponerle otra mala nota por no haber traído los deberes hechos. Fue en aquél momento que se me ocurrió contarle la siguiente historia:

«Había una vez una Zanahoria, un Huevo (de gallina) y un Grano de Café. Los tres vivían felices en un armario de cocina que estaba encima de los fogones. Sus vidas eran tranquilas. Todo pasaba cuando tenía que pasar. Cuando se habría la puerta del armario amanecía y cuando se cerraba, dormían.

Zanahoria tenía la piel fina y se jactaba de su color anaranjado y de su larga y exuberante cabellera verde. Era distante, de una consistencia dura, independiente y muy fuerte.

Huevo, por su parte, era redondeado, solemne y con una apariencia rígida y aplomada. Nunca hablaba de su interior. Juzgaba sin perdón. Todo lo que decía parecía de una gran importancia. Siempre pasaba de todo, nada le parecía afectar ¡Qué dureza la de Huevo!

Por último estaba Grano de Café. Era pequeño, insignificante: de un color oscuro. Un soplo de viento se lo llevaba de cajón en cajón. Tanto Huevo como Zanahoria, se reían de él, pues decían que no era ni fuerte, ni duro y encima era un sensiblero. Para ellos, no tenía ninguna personalidad.

Un buen día, la puerta del armario se rompió y quedó entreabierta. Desde allí, los tres amigos vieron bajo ellos como una olla de agua hervía fogosa y humeante. De pronto, el vapor comenzó a entrar en el armario y dejó una capa húmeda en su interior… Los tres amigos, que estaban en el borde, vieron como, sin quererlo, se iban deslizando poco a poco y se escurrían por el borde de la repisa del armario. El desastre estaba a punto de suceder.

La primera en caer por el precipicio fue Zanahoria. Caía al vacío mientras se reía por pensar que era la más dura y fuerte.

– ¡A mí no me va a pasar nada!, decía.

– ¡Soy dura, de constitución invencible!

Al cabo de unos veinte minutos se había reblandecido tanto que ya no quedaba nada de Zanahoria.

Hay personas que insisten en resolverlo todo con la fuerza, y ante el choque de fuerzas, ante un problema, quedan deshechos.

El siguiente en caer fue Huevo. Cayó como un plomo y desapareció entre el agua humeante: su rigidez se oyó quebrada contra el fondo de la olla. A los veinte minutos toda la dureza que transmitía por fuera, se trasladó a su interior y definitivamente se endureció por dentro perdiendo toda su sensibilidad de la que tanto había renegado y ocultado.

Hay personas que se empeñan en no reconocer y no amar su sensible interior y lo esconden detrás de capas aparentemente duras. Ante los problemas, se vuelven tan o más duros por dentro, se amargan y pierden la sensibilidad que les podría habría salvado y haber permitido tener una vida plena.

Finalmente cayó Grano de Café. Cayó suavemente, pues pesaba poco y nada más tocar la superficie se hundió y desapareció entre el bullicio incesante del agua enfurecida. Fue directamente al fondo y no se supo más de él. Los allí expectantes dejaron de mirar, pues ya no había nada más que ver.

Pero… Algo comenzó a suceder en el fondo de aquél infierno. Desde arriba se vislumbraba algo extraño… algo estaba cambiando. Sal y Pimienta gritaron:

– ¡Atención! ¡Algo está pasando allí abajo!

Durante veinte minutos, Grano de Café, metido de lleno en el problema, decidió generosamente ofrecer lo mejor de sí mismo y fue capaz de teñir absolutamente toda el agua de un color marrón precioso, intenso y brillante. Desde su pequeñez y fragilidad transformó el terrorífico problema en una maravillosa taza de café, sin dejar de ser él mismo.

Era un café con personalidad, con sabor, con consistenciatransformó un problema en una realidad totalmente nueva creativa y genial.

Y no sólo eso: a parte, consiguió inundar con su agradable aroma a todas las personas que estaban en la cocina y hacerlas participar generosamente y agradecido de su re-ser.

¿Quien eres tú ante un problema? ¿Zanahoria, Huevo o Café?

1 comentario en “¿Quien eres tú? ¿Zanahoria, Huevo o Café?”

  1. Descubrí pronto que la Zanahoria tenía las de perder; sin embargo, todavía tengo parte de Huevo, mantengo mi interior cercado por murallas que aparentan una falsa fortaleza que ayuda a no pensar en los problemas, pero en ningún caso facilita su solución.
    Cuando he conseguido ser Café he intentado detenerme por instante y decirme a mí mismo: «Lo ves? Esto es lo que necesitas.»

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