Somos lo que creemos ser
¡Hola!
Hace unos días estuve en una fiesta brasileña, en un local más que interesante, en Barcelona. Es lo que tiene tener amigos de cualquier parte del mundo; es lo que tiene vivir en Barcelona: un lugar donde, como decía una buena amiga que tuve en Cracovia: “en Barcelona, siempre pasan cosas”.
Pues como os decía, después de salir corriendo del metro, conseguí llegar hasta la misma entrada de un local llamado ‘Ambar’. Allí un enorme ‘black – man’, cuyo diámetro de sus brazos eran mayores que el de mis piernas, imponía con su presencia la entrada a la fiesta.
Con la mala suerte que tengo en las puertas de bares y discos, ya me vi mendigando a la oscura torre humana que me dejase entrar… sin embargo cuál fue mi sorpresa, cuando una sonrisa plena de luz, se entreabrió entre sus labios y me dijo:
– ¡Bienvenido a la fiesta, meu amigo! – Avanzando sus brazos hacia mi hombro y acompañando mi paso, a la vez que abría la enorme puerta del bar.
– ¡Gracias! – Respondí yo contento de haber sido tan bien acogido. Sin duda aquél hombre era un experto en acoger personas, en tratarlas bien y dar la dignidad que cualquier ser humano se merece. Sin duda aquella era una gran y especial persona, en medio de la noche… no sé del todo porqué, pero me dio esa impresión.
Dentro, ya os podéis imaginar, un paisaje enorme se perdía entre la semioscuridad semialumbrada por farolillos y focos típicos de un local a la brasileña. Estaba abarrotado de hombres y mujeres repletos de la típica alegría brasileña; llenos de “saudades”, de caipiriñas y dulzura en cada gesto. Es lo que tiene Brasil, que hasta para decirte que “no”, todo te suena a dulce.
Y lo mejor: un mundo de gente bailando samba, al que daban ganas de coger carrerilla y lanzarse dentro de él y perderse toda la noche, sin dejar de bailar.
Sobre las dos de la noche, el simpático ‘Black-man’ entró y se aposentó menos alegre que cuando entré, en un extremo de la barra. Me acerqué y le dije:
– Meu Amigo! Como voce está?
Me explicó que hacía ya meses que había venido a Catalunya y que no podía trabajar en lo que había estudiado, y que para ganarse la vida tenía que trabajar por la noche… y que tenía “saudades” de su tierra.
– Talvez eu nunca vou ser um médico. Talvez eu não tenha nascido para isso… [tal vez nunca podré ser médico… Tal vez yo no he nacido para eso…]– Me dijo entristecido y derrotado…
A lo que se me ocurrió explicarle la siguiente historia:
“Había una vez, en un lejano lugar, un cazador se encontró un huevo enorme de águila, en medio del bosque. Sin dudarlo, miró hacia todas partes para cerciorarse de que no había nadie que lo pudiese reclamar y se lo llevó hasta su casa. Después de examinarlo, pensó que lo mejor sería hacerlo incubar por algún animal que pusiese huevos. Así que lo llevó hasta su corral, y las gallinas, expertas en incubar huevos, lo trataron como suyo, pues así lo creyeron.
Un buen día, todos los huevos se abrieron y salieron de ellos un montón de polluelos de gallina. Nuestro huevo de águila fue el último en eclosionar. Al salir miró alrededor y automáticamente se sintió gallina, pues eso es lo que había justo a su alrededor. Y así creció con sus hermanas gallinas y sus padres gallinas. Aprendió a cacarear como una gallina, comía pienso como una gallina y se iba a dormir a la hora de las gallinas. Hasta llegó a aprender a revolotear torpemente y recorrer a medio palmo del suelo un par de metros de su corral… como haría cualquier gallina.
Y los años pasaron y nuestra águila envejeció y dicen que ganó en sabiduría gallinácea. [A todo esto ‘black-man’, iba destilando sus primeras sonrisas de nuestra conversación, y ya me invitaba al siguiente zumo]
Un buen día, un pequeño polluelo, que estaba comiendo junto al águila que ocupaba la mitad del corral con sus alas, vio pasar a una ave inmensa que surcaba elegante y majestuosa el cielo.
– No te hagas ilusiones, pequeño polluelo. – Le dijo nuestra águila que no sabía que lo era. – Ese es el animal más grande e inmenso de todas las aves. Ella es la reina de todo aquél ser que vuela, y desde la altura que solo ella puede alcanzar, puede ver lo que ninguna de nosotras podrá ver nunca. No te hagas ilusiones: Tú nunca podrás ser como ella. Ella es una águila imperial… y nosotras solo somos gallinas».
Un abrazo desde una noche de primavera en el corazón brasileño de Barcelona!
Santi
1 comentario en “Somos lo que creemos ser”
Me encanta ese estudio en niños escolares, que tu tambien conocerás. Resumiendo mucho: se estudió el cociente intelectual en niños escolares y a los profesores se les dijo que los listos eran los que peor cociente intelectual tenían, y viceversa. Al final de curso las mejores notas las tenían los supuestos «tontos», pero eran los que los profes pensaban que eran los «listos»…..qué pasada…..
No basta con ser, hay que CREER, la FE, mueve montañas.