Cuando perdí el último tren del sábado noche…

¡Hola!

Ha sido un fin de semana agitado. El sábado me reuní con unos antiguos amigos de un trabajo que tuve cuando tenía tan solo veintiséis años. Fueron años de mucha felicidad. Habíamos quedado en Sitges para cenar. Se trata de un pueblecito precioso de costa en el sur de Barcelona.

Llovía a cántaros, y en vez de ir en coche, se me ocurrió viajar en tren. La cena fue genial. Sin embargo, a la vuelta, ya de noche y sin cesar de llover, perdí el último tren que volvía a Barcelona. Allí estaba yo: una estación desierta, de noche, lloviendo como si el mar entrase en el pueblo y sin poder salir de la estación.

Allí, entre otras cosas, pudimos entre hablar con varios de los pseudopasajeros que como yo, habíamos perdido el último tren, y debíamos esperar hasta más entrada la noche a un bus nocturno que posiblemente nos podría llevar hasta Barcelona.

De pronto, después de un terrible relámpago, se apagaron todas las luces de la estación y de la calle. Todos quedamos en silencio y en la más absoluta oscuridad. Después de asegurarnos de que todos estábamos bien, nos sentamos en el suelo y comenzamos la que sería una larga noche de historias contadas.

Y entre charla y charla, acabamos hablando del equipaje de cada uno. Yo llevaba una mochila (la de siempre), con un libro, una libreta, una bufanda y unos lápices. Otro llevaba una maleta enorme, pues iba de viaje. Una chica del color del cacao llevaba solamente un bolso. Una señora con su marido, oriundos de la France, solo llevaban lo puesto… Y entre otras, pensé en contar esta historia de Anthony de Mello, que sigue. Espero que os guste:

“Durante el siglo pasado, un turista de Barcelona, fue a visitar al famoso rabino Hofetz Chaim.

Cuando llegó a la casa del sabio quedó sorprendido al comprobar que la casa del rabino era solamente una modesta habitación y unos pocos libros y quizá nada más.

¡Quizá solamente había una mesa y una silla!

– ¡Rabino! ¿Dónde están sus muebles? – Le preguntó el turista.

– ¿Mis muebles? – Respondió el rabino. – ¿Y los suyos? ¿Dónde están sus muebles, señor turista?

– ¿Los míos? Pero es que yo solamente estoy de visita, Rabino. – Respondió el turista.

– Mira… ¡Igual que yo! – Le respondió el rabino”.

Adaptación de un cuento de Anthony de Mello.

Cuando alguien comienza a vivir más profundamente, también comienza a vivir más sencillamente.

El verbo “poseer”, nos hace dependientes de nuestras posesiones. La pérdida se convierte en patológica y complicada cuando somos seres dependientes.

La inter-dependencia nos hace participar de las cosas, de las personas, de los proyectos y nos distancia de la posesión y nos hace más libres y más ligeros.

Poseer, pertenecer o participar…

Un abrazo desde una estación de tren a media noche.

Santi

1 comentario en “Cuando perdí el último tren del sábado noche…”

  1. Susanna Carpi says: -#1

    Hola Santi,
    Quan comencem a entendre que aquesta vida només és un viatge per retornar a la Casa d’on un dia vàrem partir, tot és més senzill. El nostre comportament i necessitats també.
    És preciós quan aquesta certeza forma part de la nostra vida es queda amb nosaltres i s’adhereix a la nostra persona com si es tractés d’una segona pell.
    Que tinguem tots un feliç viatge
    Susanna

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